jueves, 2 de enero de 2014

Reflejo



         Esa noche me miré al espejo. No era yo. No podía ser yo. Mi cabello estaba desordenado y mi cabeza dolía, seguramente porque me había jalado el pelo esperando que así se pasara el dolor. Mis ojos estaban rojos, no podría determinar si fue por el esfuerzo que hacía por mantener las lágrimas dentro de mí o por tanto llorar. No era yo, no era yo.
         Me tiré al suelo, para ignorar mi reflejo, para aclarar mi mente. Empecé a cuestionarme si valía la pena sufrir de esa manera; nada te haría volver. Nada. Abracé mis piernas y deseé estar en otro mundo.
         Divisé mi cara en el espejo, nuevamente. Salieron mariposas, sin embargo no dejaba de sentirlas. Hice lo mismo todas las noches, esperando a que se fueran por completo, hasta que me di cuenta que mi reflejo eras tú, veía como te ibas sacando las mariposas mientras que yo no las superaba. En ese momento entendí que nunca te iba a dejar de amar y que el tiempo se encargaría de espantar el sufrimiento.

Catalina Guerra Silva

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